Que no
consiste –como alguien me dijo una vez– en creer que todos los santos hicieron
la Primera Comunión.
Piensa
en qué significa la palabra comunión. Ella misma lo dice: es la
común unión. En la Misa, la comunión es el momento en el que recibimos el pan
consagrado, el Cuerpo de Jesús. Todos comemos del mismo pan, todos nos unimos a
Él y, así, nos unimos entre nosotros. Se trata de una común unión en Jesús. Comunión.
Creer
en la comunión de los santos consiste en creer que todos los santos estamos
unidos. Y permanecemos unidos, incluso, más allá de la muerte. Ni ella puede
separarnos.
Probablemente,
te parecerá mucha chulería que yo utilice la primera persona, que me incluya
entre los santos. ¿Tan poco modesto soy? ¿Tan bueno me creo?
No. No
se trata de que yo sea un creído. Es que aquí la palabra santo tiene un
significado más universal. Los santos somos todos los miembros de la Iglesia, o
sea, todos los bautizados. Porque todos, en el Bautismo, hemos recibido la
semilla de la santidad, que estamos llamados a desarrollar en plenitud. Somos
santos, no porque nos lo ganemos con nuestros méritos, sino porque Dios –el
Santo por excelencia– nos hace santos, haciéndonos participar de su santidad.
Él es la fuente de toda santidad.
Y todos
permanecemos unidos. Hay una unidad entre todos los miembros de la Iglesia, que
nace de nuestro Bautismo. Una unidad que no rompe ni la muerte. Por eso rezamos
por los difuntos. Y confiamos que también ellos piden a Dios por nosotros.
La
muerte divide la Iglesia en dos mitades: la de aquellos que aún caminamos por
este mundo (y que, por eso, llamamos Iglesia
peregrina) y aquellos que ya han cruzado el umbral de la muerte (que, en
Teología, se llama la Iglesia triunfante,
porque, con Jesús, han triunfado sobre la muerte y el pecado). Pero todos
permanecemos unidos en comunión.
En el
fondo, creer en la comunión de los santos es creer en la Iglesia, es decir, en
nosotros mismos. Y en Jesús, que es la Cabeza de este Cuerpo que formamos todos
nosotros. Y nos ayudamos unos a otros. Y rezamos unos por otros, es decir, pedimos favores a Jesús los
unos para los otros. Porque estamos unidos como hermanos. En comunión.
La Palabra de Jesús:
"Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba
allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus
discípulos. De pronto, faltó vino, porque se había acabado. Entonces, le dice
a Jesús su madre:
- No tienen vino.
Jesús le responde:
-¿Qué nos importa a ti y a mí, mujer? Todavía no ha
llegado mi hora.
Pero su madre dijo a los sirvientes:
- Haced lo que él os diga.
Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las
purificaciones de los judíos, en las que cabían alrededor de cien litros en
cada una. Jesús les dice:
- Llenad las tinajas de agua.
Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo:
- Sacadlas ahora y llevadlas al maestresala.
Ellos las llevaron. Cuando el maestresala probó el agua
convertida en vino, como no sabía de dónde era (los sirvientes sí que lo
sabían), llamó al novio y le dijo:
- Todo el mundo sirve primero el vino bueno y, cuando
ya se ha acabado, el peor. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.
Así, en Caná de Galilea, comenzó Jesús sus
señales".
(Del Evangelio de Juan, capítulo 2, versículos del 1 al
11. Jn. 2,1-11)
|
También puedes leer...
Mt. 12, 46-50 "Todo el que cumpla la voluntad de mi
Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre".
Mt. 18, 15-20 "Donde están dos o tres reunidos en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos".
Lc. 16, 19-31 "Con todo, te ruego , padre, que le
envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé
testimonio".
Jn. 15, 1-17 "Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque
separados de mí no podéis hacer nada".
Jn. 17 "Que todos sean uno. Como tú, Padre, en
mí y yo en ti".
No hay comentarios:
Publicar un comentario