Probablemente,
alguna vez, cuando eras pequeño, alguien te dijo aquello de que si eras bueno
irías al cielo y si eras malo al infierno. ¿Lo recuerdas, verdad? Pues, mucho
me temo que eso no es exactamente así. No es como, probablemente, lo entendían
quienes te lo explicaron y te lo hicieron entender.
Muchas
veces ocurre que cuando la mamá no encuentra otro modo de convencer a su hijo
para que no haga una travesura, le amenaza gritándole: "Si lo haces, Dios te castigará". El chiquillo, que no
acaba de tener muy claro lo de Dios, porque no lo ha visto nunca, comete de
todas formas su travesura. El colmo llega más tarde cuando el niño, por una de
esas puñeteras casualidades de la vida, se pisa el cordón de su zapato,
tropieza y cae por la escalera. Entonces, la mamá le grita triunfante: "¿Lo ves? ¡Dios te ha castigado!"
Lo
primero que hemos de decir es que esta madre, con la mejor intención del mundo,
aplica una pedagogía desastrosa. Está transmitiendo a su hijo una imagen de
Dios que nada tiene que ver con la imagen que nos transmitió Jesús. ¿Recuerdas
la imagen de aquel padre que sale corriendo a abrazar y perdonar al gamberro de
su hijo? Ése es el Dios del que nos habló Jesús. Y ese Dios no tiene tan mala
idea como para hacer que un niño, por muy travieso que sea, se pise el cordón
de su zapato y baje las escaleras rodando. No. Dios no se entretiene en esas
cosas.
También
a mí me enseñaron de pequeño aquello de que Dios "premia a los buenos y castiga a los malos". Pero te
repito que eso no es exactamente así. Lo cual no significa que te esté
invitando a ser malo–malísimo. Te lo explico.
El
cielo, o la salvación, o la vida eterna (como quieras llamarlo) es un regalo
tan grande que nadie jamás podrá nunca merecerlo. Es como la vida: nadie hace
nada por ganársela; la recibimos, nos viene dada. Y punto.
Nadie
puede hacer méritos suficientes para ganar el cielo; nadie es tan bueno como
para ganarse vivir con Dios, participar de su vida divina, eternamente. Así,
pues, nadie se gana el cielo. Siempre es un regalo de Dios. Y, como todo
regalo, es gratuito. No nos lo da a cambio de nada. No nos chantajea. Nos lo da
gratis.
Esto no
significa, sin embargo, que entonces dé lo mismo ser bueno o malo. No, no da lo
mismo.
Dios te
regala el cielo. Pero tú puedes aceptar o rechazar ese regalo. O sea, tú vas al
cielo si quieres ir. Dios no te coge de los pelos y te lleva a la fuerza.
Recuerda que ya en páginas anteriores hablamos de que Dios respeta nuestra
libertad. Cuando eres bueno, cuando te esfuerzas por vivir como Jesús vivió y
poner en práctica su mensaje, le estás diciendo sí a Dios, le estás haciendo
saber que aceptas su regalo. Porque ese regalo se acepta con obras y no sólo
con palabras, que se las lleva el viento.
¿Verdad
que tú no puedes obligar a nadie a ser tu amigo, por mucho que lo intentes?
¿Verdad que no puedes obligar a aquel chico o chica por quien sientes algo
especial, a que te quiera de la misma manera? Pues si comprendemos el cielo
como el regalo del amor de Dios en plenitud, entenderás que Dios nos lo ofrece,
pero no puede obligarnos a corresponderle.
Tradicionalmente,
esto se ha explicado hablando de un Juicio
Final. Como si Jesús hubiera de sentarse en un tribunal y dar a cada uno la
condena o el premio merecido. Pero, en realidad, ya hemos dicho que Él a todos
nos da el premio, depende de nosotros aceptarlo o no. San Juan, en su
Evangelio, lo tiene clarísimo: "Dios
no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo
se salve por Él" (Jn. 3,17)
Por
tanto, ese juicio es final porque será al final cuando todo quede claro y todo
aparezca a la luz. Pero ese juicio comienza ya hoy. Es un examen final, pero a
la vez es evaluación continua. Esto lo entiendes, ¿verdad? La evaluación
continua quiere decir que la actitud que hoy tengas en clase influirá en la
nota global. Pues eso. Pero con la ventaja de que siempre se nos da la
oportunidad de volver a empezar. Nunca es tarde.
Sin
embargo, no te pongas nervioso por el hecho de que haya comparado el juicio final con los exámenes. Mira, San
Juan de la Cruz decía: "Al atardecer
de la vida nos examinarán en el amor". Es decir, que podemos comparar
este juicio con un examen, pero un examen del que ya sabemos la única pregunta:
nos preguntarán cuánto y cómo hemos amado a los demás.
¿Vas a
ser tan tonto de suspender un examen del que sabes las preguntas con tanta
antelación? Tú mismo.
La palabra de Jesús:
"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria
acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria.
Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos
de los otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabritos. Pondrá a
las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el Rey a los de su derecha:
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- Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del
Reino preparada para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre
y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era forastero y me
acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la
cárcel y vinisteis a verme.
Entonces, los justos le responderán:
- Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de
comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te
acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y
fuimos a verte?
Y el Rey les dirá:
- En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.
Entonces, dirá también a los de su izquierda:
- Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno
preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de
comer, tuve sed y no me disteis de beber, era forastero y no me acogisteis,
estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.
Entonces éstos dirán:
- Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o
forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te asistimos?
Y él entonces les responderá:
- En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con
uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.
Y éstos irán a un castigo eterno y los justos a una
vida eterna".
(Del Evangelio de Mateo, capítulo 25, versículos del 31
al 46. Mt. 25,31-46)
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También puedes leer...
Mt. 7, 1-5 "No juzguéis y no seréis juzgados".
Mt. 12, 33-35 "El árbol se conoce por su fruto".
Mt. 13, 24-30.36-43 "Lo mismo que la cizaña se entresaca y
se quema, así sucederá al fin del mundo (...) a los obradores de iniquidad los
arrojarán en el horno de fuego".
Mt. 22, 2-10 "Envió sus siervos a llamar a los
invitados a la boda, pero no quisieron venir".
Mt. 25, 14-30 "Porque al que tiene se le dará y le
sobrará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene".
Mc. 8, 35-38 "¿De qué le sirve a un hombre ganar el
mundo entero si arruina su vida?".
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