Ha de
venir. Jesús ha de volver. Eso creemos los cristianos. No es algo que nos quite
el sueño, no es algo que nos obsesione, pero esta segunda venida de Jesús forma
parte de nuestra fe.
Los
primeros cristianos vivían intensamente este convencimiento. Creían, incluso,
que Jesús iba a volver de un momento a otro. Poco a poco, la realidad del paso
del tiempo les fue convenciendo de que este regreso no iba a ser tan inmediato
como ellos creían. Y acabaron aceptando que el fin del mundo tardaría.
Sí, he
dicho fin del mundo. Y sé que es algo
que te resulta absurdo, casi ridículo. En mis clases, muchos alumnos se han
reído cuando yo he planteado la posibilidad del fin del mundo. Te diré,
simplemente, que desde el punto de vista científico, no tiene nada de absurdo
aceptar que este mundo, tal y como lo conocemos, ha de acabarse. Si aceptamos
la teoría del "big bang"
para explicar el origen del mundo, no podemos ignorar que esa teoría habla de
que el universo está en constante expansión. Y si se expande constantemente,
algún día se desintegrará. O puede que se reconcentre, pero también así
acabará.
Te lo
explico de un modo más fácil. Ninguna estrella tiene una vida eterna. Tarde o
temprano, las estrellas se apagan. Y el sol es una estrella sin la cual la vida
en la Tierra, al menos tal como la conocemos hoy, no sería posible. ¿Qué
ocurrirá cuando el sol se apague?
Por lo
tanto, parece más o menos evidente que el mundo ha de acabarse. Pero esto no
debe preocuparte en exceso; si las cosas siguen su curso, es muy probable que
ni tú ni yo (que te llevo unos años de ventaja) veamos ese espectáculo final.
Hoy en
día hay grupos (sectas, generalmente) que siempre están advirtiendo de la
vuelta de Jesús. Más que advertir, casi amenazan con ella. Para nosotros, el regreso de Jesús no supone ninguna
amenaza. Al contrario: será el regreso de un amigo del que nos fiamos.
(Recuerda: tener fe es fiarse). Por eso, en la oración del Padre nuestro, suplicamos: "venga
a nosotros tu Reino". Y en la Misa hay un momento en el que pedimos: "¡ven, Señor Jesús!". Lo que
ocurre es que muchas veces lo pedimos con la boca pequeña, sin demasiado
convencimiento. Es como si pensáramos: "¡hombre!,
no se te ocurra volver ahora que por fin mis padres me han comprado una moto;
ahora no, espera un poco". En el fondo, a muchos cristianos nos
fastidiaría que Jesús llegara ahora, precisamente ahora que vivimos tan bien.
No obstante, repetimos: "¡ven, Señor
Jesús!".
Nadie
sabe cuándo volverá el Señor. Sin embargo, ya en el Evangelio, Jesús advierte
que muchos especularán sobre la fecha de este regreso. Y nos asegura que eso
nadie puede saberlo. Nos pide que no escuchemos a esos falsos profetas. Seguro
que alguno has visto por televisión...
Jesús
ha de volver. Y creer esto no debe darnos miedo. No debe preocuparnos. Tal vez el secreto consista en vivir siempre
como si Jesús hubiera de venir mañana, aun sabiendo que tardará más tiempo en
volver.
Cuando
yo tenía tu edad, los curas nos contaban una pequeña anécdota de la vida de un
santo. La verdad es que no sé de qué santo, porque cada uno se la aplicaba a
aquél al que tenía más devoción. La oí contar de San Luis Gonzaga, de San
Gabriel de la Dolorosa o de santo Domingo Savio. Fíjate: los tres murieron
jóvenes y los tres han sido reconocidos santos por la Iglesia.
Pero
vamos a por la anécdota. Un día, este santo X jugaba con sus amigos a la hora
del recreo. Alguien, entonces, les preguntó: "Si supierais que os vais a encontrar con Jesús (es decir, que os
vais a morir) dentro de diez minutos, ¿qué haríais?" Todos, uno a uno,
comenzaron a dar sus respuestas, a cuál más piadosa: "Yo iría a la capilla a rezar". "Yo pediría la
comunión". "Yo me confesaría"... Cuando, por fin, llegó su
turno, el santo contestó sencillamente: "Yo
seguiría jugando".
¿Entiendes
lo que esto quiere decir? Ser santo no significa pasarse el día rezando o yendo
a Misa. Lo difícil y a la vez lo hermoso de la santidad es saber hacer en cada
momento lo que debemos hacer. Estudiar, si es hora de ello. Divertirnos, si es
lo que toca.
Esperar
la segunda venida de Jesús no tiene que amargarnos la vida. Creer en Jesús no
tiene que impedirnos disfrutar de los buenos momentos de la vida: un recreo,
una tarde con amigos, incluso un ligue en la discoteca... Si uno se comporta
con bondad, no por eso deja de disfrutar de la vida. Ser bueno no es sinónimo
de ser triste y amargado.
La palabra de Jesús:
"Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá
vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la
noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no dejaría que le hicieran un
agujero en la casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el
momento que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre.
¿Quién es el siervo fiel y prudente a quien el señor
puso al frente de su servidumbre para darles la comida a su tiempo? Dichoso
el siervo aquel a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. Yo os
aseguro que lo pondrá al frente de toda su hacienda.
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Pero si es un mal siervo y piensa: mi señor tarda, y se
pone a golpear a sus compañeros y a comer y a beber con los borrachos, vendrá
el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le
separará y le señalará su sitio entre los hipócritas; allí será el llanto y
el rechinar de dientes".
(Del Evangelio de Mateo, capítulo 24, versículos del 42
al 51. Mt. 24, 42-51)
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También puedes leer...
Mt. 24, 4-14.23-28 "Surgirán muchos falsos profetas que
engañarán a muchos".
Mt. 25, 1-13 "Estad en vela porque no sabéis ni el
día ni la hora".
Lc. 12, 13-21 "Insensato, esta noche te van a
reclamar la vida. Lo que has amontonado, ¿para quién será?".
Lc. 21, 25-36 "Alzad la cabeza, se acerca vuestra
liberación".
"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán".
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