A lo
largo de los últimos veinte siglos de la historia, muchos hombres y mujeres de
todo el mundo, creyentes y no creyentes, han reconocido en Jesús un personaje
histórico extraordinario que predicó un mensaje de paz y amor y que supo vivir
con coherencia. Pero los cristianos no nos quedamos sólo ahí; vamos un poco más
allá. Los cristianos afirmamos que Jesús era el Hijo de Dios.
El Hijo
de Dios. Su único Hijo. Y hablaba de Dios con una confianza como ningún humano
había mostrado antes de Él. Conocía a Dios como ningún humano mostró haberlo
conocido antes de Él.
En
Jesús, por fin, los humanos pudimos conocer a Dios. Él nos enseñó el rostro de
Dios. En sus ojos hallamos la mirada de Dios; en sus palabras conocimos la
Palabra de Dios; sus gestos regalaban la caricia de Dios.
Era el
Hijo de Dios, el Emmanuel, que quiere
decir Dios–con–nosotros. Y se llamaba
Jesús, que en hebreo significa Dios–salva. En Él la salvación nos
visitó de lleno. Nos visitó Dios.
Era el
Hijo de Dios. Hablaba con Dios y sus palabras revelaban la intimidad que le
unía a Dios. Sus obras confirmaban que Dios estaba con Él. Sus gestos actuaban
la salvación de Dios. Dios estaba con Él. Y, en Él, estaba con nosotros. Su
vida fue la mejor ventana a la que pudo asomarse el amor de Dios. Y pudimos
verlo. Y gustarlo. Como un Rey Mago lanzando caramelos a los niños desde su
carroza, Él extendió a raudales el amor de Dios entre nosotros. El amor de su
Padre.
Era el
Hijo de Dios. "Mi Padre y vuestro
Padre", decía siempre, haciéndonos participar de esa relación. Y nos
hizo sus hermanos, enseñándonos a llamar a su Padre nuestro Padre.
Él era el Hijo único de Dios y quiso
hacernos sus hermanos de adopción. En Él, todos somos hermanos. Todos hijos de
Dios.
La palabra de Jesús:
En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de
Ancianos del pueblo, sumos sacerdotes y escribas. Hicieron venir a Jesús a su
sanedrín y le dijeron:
- Si tú eres el Cristo, dínoslo.
Jesús respondió:
- Si os lo digo, no me creeréis. Si os pregunto, no me
responderéis. De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la
derecha del poder de Dios.
Dijeron todos:
- Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?
Él les dijo:
- Vosotros lo decís. Yo soy.
Y ellos dijeron:
- ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros
mismos lo hemos oído de su boca.
Y levantándose todos, lo llevaron ante Pilato.
(Del Evangelio de Lucas, del versículo 66 del capítulo 22, al versículo 1
del capítulo 23. Lc. 22,66 -23,1)
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También puedes leer...
Mt. 3,13-17 "Éste es mi Hijo amado, en quien me
complazco".
Mt. 16,13-20 "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo".
Mc. 2,7-12 "Y los espíritus inmundos, cuando le
veían, se postraban ante él gritando: -¡Tú eres el Hijo de Dios!"
Mc. 15,33-39 "Verdaderamente este hombre era Hijo de
Dios".
Lc. 7, 11-17 "Un gran profeta ha surgido entre
nosotros. Dios ha visitado a su pueblo".
Lc. 9,28-36 "Éste es mi Hijo, mi Elegido.
Escuchadle" .
Jn. 1,29-34 "Yo lo he visto y doy testimonio de que
éste es el Hijo de Dios".
Jn. 5, 1-18 "Llamaba a Dios su propio Padre,
haciéndose a sí mismo igual a Dios".
Jn. 14, 7 "El que me ha visto a mí, ha visto al
Padre".
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