III. PADRE


Yo no puedo alcanzar a comprender cómo es Dios exactamente. Pero tengo algunas pistas. Las que nos dio Jesús.

Yo no puedo conocer cómo es Dios exactamente. Y, para imaginarlo, tengo que pensar en categorías humanas. Y me lo imagino Padre, que es como Jesús nos enseñó a llamarlo.

Dios es Padre. Más aun: es "Papá". "Papi", dirán los más pequeños. (¿Quién no es pequeño ante Dios?). Jesús, en su lengua, llamó a Dios "Abbá". Y la revolución quedaba inaugurada.

Dios es Padre. O Madre, ¡tanto da!, que en la cuestión de Dios no vamos a discutir por el sexo. Evidentemente, se trata de una imagen, de una metáfora. Jesús vivía en una sociedad organizada patriarcalmente, y por eso habló de Padre. Tal vez, hoy nos hablaría de Dios Madre.

Dios es Padre. Con todos los recuerdos que en el corazón despiertan al oír esa palabra. Es aquel padre que, al ver venir a su hijo, (el perdido, el malgastador, el que se fue de casa y dilapidó con putas toda su parte de la herencia; el hijo pródigo), le sale al encuentro. Lo ve venir de lejos y sale corriendo a abrazarle. No deja ni siquiera que se excuse. Lo abraza y le prepara una fiesta.

Éste es el Dios de Jesús, el Dios en quien creemos. Un Dios de ternura y misericordia; un Dios de amor. Un Dios que es cálido abrazo después que equivocamos el camino; un Dios que nos espera y sale a nuestro encuentro. Esto es lo que queremos decir cuando afirmamos que Dios es Padre. Esto precisamente.

Dios es Padre.

... ... ... ... ...

Recuerdo ahora a Javi. Entonces era un niño, hoy ya debe de ser todo un adulto. Yo era su catequista de Primera Comunión. Era un niño reservado, pero tenía mucha confianza conmigo.

Cuando en la catequesis empezamos a tratar el tema de Dios Padre yo le noté algo extraño que no sabría concretar. Al terminar la sesión me quedé hablando con él. Y, de pronto, rompió a llorar. Y, entre sollozos, suplicaba que no quería que Dios fuera papá. Más tarde descubrí que su madre había iniciado los trámites para divorciarse de su padre y que la causa principal eran los malos tratos, de los que Javi también había sido víctima en alguna ocasión.

Por eso ahora pienso en ti, cuyo corazón no se enternece al oír la palabra padre. Pienso en ti, en quien esta palabra despierta recuerdos de alcohol y de terror, recuerdos de mil gritos y algún golpe. En ti, que al decir padre no sientes que el corazón se te enternece, sino que se fosiliza. En ti, para quien padre no es amor, sino odio, y dolor, y mil tragos de amargura.

Entonces, no. Entonces Dios no es padre. No lo imagines así. Es madre. Para ti, Dios es Madre. O amigo. O hermano. O, simplemente, aquel desconocido que se cruzó contigo en el camino y te tendió su mano.

Si para ti padre no es sinónimo de ternura, entonces no. No llames a Dios Padre.





La Palabra de Jesús:

Un hombre tenía dos hijos y el menor de ellos dijo al padre:

- Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde.

Y él les repartió la hacienda.

Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.

Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se puso de acuerdo con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar cerdos. Y pasaba tanta hambre, que deseaba llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos. Pero ni eso le estaba permitido.

Y reflexionando, pensó: ¡cuántos trabajadores de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus criados.

Y levantándose, se puso en camino hacia la casa de su padre.

Todavía estaba lejos, cuando su padre lo vio y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y se lo comió a besos.

El hijo le dijo:

- Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo.

Pero el padre dijo a sus criados:

- Deprisa, traed el mejor vestido y vestidle; ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado.

Y comenzaron la fiesta.

(Del Evangelio de Lucas, capítulo 15, versículos del 11 al 24. Lc. 15, 11-24)



También puedes leer...

Mt. 7,7-11        "Pues, si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre celestial dará cosas buenas a los que se las pidan".

Mt. 6,9-15        "Vosotros, cuando oréis, decid así: Padre nuestro del cielo..."

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